Esta palabra, aprendida de crio, siempre me ha gustado.
Define a la perfección el estado del macho solitario de sarrio en el verano, a la espera del celo de las hembras y las peleas y carreras por el dominio del harén.
En invierno permanecen a menudo con los rebaños de hembras y jóvenes, pero poco a poco se van apartando a su soledad envidiable entre las peñas y los ibones.
Bajando el otro dia de las altas crestas, a la altura del ibón de Esclusére, este precioso ejemplar nos acompañó
un buen rato con sus miradas expectantes y sus bufidos de alarma, pero bien tranquilo ante nuestra presencia.
Bonito encuentro.
Saludos. Kike.
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